Por qué etiquetar los sentimientos intensos de tu hijo puede ayudarle a calmarse

El Dr. Dan Siegel acuñó la frase “name it to tame it” (“ponle nombre para domarlo”) como una forma de describir cómo ayudar a un niño a calmarse. Describir lo que está sucediendo y cómo se puede sentir tu hija o hijo les ayuda a procesar sus emociones y a empezar a calmarse. Cuando haces esto, tu niño pequeño ve que crees en los sentimientos que está teniendo, incluso si esos sentimientos son frustrantes o inconvenientes para ti en ese momento.
Desde el momento en que nacen, los niños necesitan que se les asegure que es normal tener una serie de sentimientos y que las emociones van y vienen. También necesitan saber que ningún sentimiento en particular es “bueno” o “malo”, sino que lo fundamental es saber cómo responder a nuestras emociones, especialmente a medida que crecemos.
Aquí se explica cómo “ponerle nombre, para domarlo”:
Intenta aceptar todos los sentimientos de tu hija o hijo
Hasta alrededor de los 3 años, los niños pequeños no están preparados para razonar sus emociones más difíciles. En lugar de ello, confían en estrategias básicas para calmarse. Demostrar a tu pequeño que entiendes lo que siente le ayuda a calmarse, mientras que nombrar sus emociones le ayuda a procesar y superar la frustración, la ira y la decepción.
Por ejemplo: Si tu niño pequeño de verdad quiere algo en la tienda y empieza a gritar, puedes nombrarlo para calmarlo diciéndole “Veo que realmente quieres ese juguete; parece que sería muy divertido jugar con él, ¿verdad? Hoy no lo vamos a comprar y veo que eso te molesta”.
Si tu hijo se calma un poco, puedes seguir adelante ofreciéndole la oportunidad de cambiar de marcha: “¿Vamos andando o saltamos hasta el coche?” o “¿quieres ir de la mano o de los codos?”.
Sin embargo, es posible que todavía esté en plena rabieta y no pueda escuchar gran parte de lo que estás diciendo. En este caso, considera la posibilidad de decir muy poco (“sé que estás enfadado”) mientras que le ofreces un abrazo si está preparado para ello. Respira profunda e intencionadamente y puede que finalmente se una a tu respiración y se calme.
Habla de los sentimientos que ves en los demás

La empatía genuina no suele empezar a desarrollarse hasta los 2 años, pero puedes sentar las bases animando a tu hija o hijo a prestar atención a los sentimientos de los demás: “¡Oh, mira! Jasmine se ha tirado sola por el tobogán. Al principio parecía nerviosa, pero ahora está muy orgullosa”.
Los libros también son un buen lugar para hacer esto. Habla de las expresiones que ve en las fotografías o ilustraciones y relaciona los sentimientos expresados por los personajes de la historia con momentos reales de la vida de tu hijo.
Conectar con los retos del pasado
Más adelante, contar la historia a tu hija o hijo puede resultar tranquilizador. Al recordarle su propia capacidad de recuperación, le aseguras que ha superado un momento difícil y que ahora está bien. Utiliza detalles para recordarle la experiencia y no evites utilizar palabras más complejas como “frustrado”, “decepcionado” o “ansioso”.
Volver a contar una experiencia negativa puede parecer contraintuitivo, pero realmente ayuda a los niños pequeños a conectar las partes del cerebro que utilizan para las emociones con las partes que utilizan para el razonamiento.

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